“Ensimismados en una cultura consumista, olvidamos o ni siquiera estamos conscientes, de que la naturaleza, en su estado primario, es la fuente de la vida”

Columna de Óscar Muñoz, presidente de Red Campus Sustentable, en el marco del Día Mundial del Medio Ambiente.

Hace 200.000 años, en algún lugar de África, nació el primer homo sapiens, el primer humano. Es una insignificante cantidad de tiempo si lo consideramos en el contexto de los 4500 millones de años que tiene el planeta o en los 90 millones de años que estuvieron los dinosaurios dominando el planeta. Es incluso un espacio de tiempo breve dentro de los siete millones de años que tiene la evolución del hombre.

Óscar Mercado, Presidente de Red Campus Sustentable

Sin embargo, en esta breve estadía sobre la Tierra, hemos sido capaces de cambiarla.  Aunque en estricto rigor esto no es así. La humanidad durante 190.000 años vivió a ritmo de naturaleza, conformando grupos familiares cazadores recolectores cuyo único objetivo era sobrevivir; durante 7600 generaciones humanas nuestra única energía disponible fue nuestra fuerza y todos nuestros recursos y residuos eran parte del ciclo biológico natural.

Los últimos 10.000 años han sido distintos; nos asentamos en un lugar, trayendo como consecuencia la contaminación y la sobreexplotación, ayudados ahora con la energía de los animales que domesticamos. Las últimas 9 generaciones, a partir de la Revolución Industrial, son las que han desarrollado las técnicas de explotación masiva de la naturaleza, con sus secuelas de contaminación, y nos han conducido a la crisis de sustentabilidad por la que ahora atravesamos, de la cual el cambio climático es quizás uno de sus mejores exponentes. Solamente 9 de 8.000 generaciones son las que han cambiado, para mal, el mundo.

Hoy, 5 de junio, es el Día Mundial del Medio Ambiente; un día que desde 1974 intenta generar conciencia sobre el estado del medio en que vivimos; este medio ambiente que nos permite la vida entregándonos lo básico para nuestra existencia: agua, aire y alimentos. Si bien es cierto que a la luz del tremendo desarrollo que hemos experimentado como especie humana pareciera que cada día dependemos menos de la naturaleza, lo cierto es que todo lo que consumimos proviene, con mayor o menor grado de transformación, del medio natural. Ensimismados en una cultura consumista, olvidamos o ni siquiera estamos conscientes, de que la naturaleza, en su estado primario, es la fuente de la vida. Si no tenemos agua nuestra vida termina, pero sin embargo contaminamos ríos, lagos y mares sin considerar la vuelta de mano que la naturaleza podría hacernos al respecto. Explotamos la tierra de forma tal que desaparecen a pasos agigantados grandes extensiones de selvas para extender ganadería o monocultivos, desertificamos otras extensiones producto de la sobreexplotación y ensuciamos el aire que respiramos con una naturalidad rayana en la inconciencia.

Si desde 1974 intentamos crear conciencia y a la fecha no hacemos más que acrecentar la sobreexplotación y la contaminación, ¿Qué sucede? El problema de la falta de reacción de la humanidad respecto a la destrucción del medio que lo sustenta está en la imperceptibilidad de los daños que genera cada uno. Nadie se siente responsable o causante de la crisis de sustentabilidad; nadie percibe que su actitud, sumada a las de otros 7.700 millones de personas, contribuye a la contaminación o a la sobreexplotación. No existen incentivos concretos para dejar de dañar, solo la conciencia. Por otra parte, tampoco hay conciencia de los beneficios de actuar sustentablemente, salvo, una vez más, para quienes han desarrollado la conciencia necesaria para percibir los beneficios, entre los cuales se encuentran los integrantes de muchas organizaciones de la sociedad civil que presionan para visibilizar los tremendos problemas ambientales y sociales que generamos-

El problema es entonces, un problema de educación y sensibilización; no habiendo costos o beneficios concretos que motiven a las personas y los tomadores de decisiones a actuar sustentablemente, la esperanza está en lograr formar a los jóvenes y a los futuros profesionales para que sean absolutamente conscientes de los impactos de su actuar. Esta COP25 debería apuntar, en sintonía con los postulados de la sociedad civil, a ello; a proponer compromisos vinculantes de los países para alcanzar la única forma de terminar con esta crisis: educar para la sustentabilidad.

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Junio 5, 2019

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