Al final, es educación

Esta crisis social que vivimos hace semanas, con su carga de esperanza y desesperanza, nos ha tocado a todos en mayor o menor medida, generando un clima tenso, angustiante, en que la carencia de líderes que imaginen el camino de la solución acrecienta el problema.

Sin duda, la inequidad y los abusos cometidos por tanto tiempo, han sido el generador de esta crisis, que demanda el fin del caldo de cultivo de miles de frustraciones que han impedido a muchos chilenos acceder a condiciones básicas de dignidad, que hoy demandan con inusitada fuerza y, lamentablemente, muchos con violencia.

Pero en el trasfondo de esta crisis, existe un gran culpable: la educación o mejor dicho, la falta de educación de calidad.

La violencia desatada en las calles de nuestro país es consecuencia de la falta de educación, de la añorada buena educación pública, que en aras de la “eficiencia económica” la dictadura intentó hacer desaparecer e instalar en su lugar una fábrica de replicadores. Hoy por hoy, la educación pública básica y media solo instruye malamente a quienes pasan por sus salas y son esos jóvenes, formados en la cultura “educacional” de máxima facilidad, cero esfuerzo y nada de rigurosidad, quienes no obtuvieron nada importante en su paso por la escuela, los que hoy saquean comercios, transportes, encienden barricadas y se enfrentan a carabineros. Ellos no tienen mucho que perder, pues nadie los acogió ni valoró como personas y así mismo valoran al resto.

El contingente que los enfrenta también sufre de mala educación, pues los Carabineros no han sido instruidos, a la luz de lo visto, en algo tan básico para su función como es respetar los derechos humanos, siendo que son ellos los garantes en las calles del Estado de Derecho. Por lo mismo, no se puede esperar mucho de quienes no han sido educados adecuadamente, para garantizar el orden público, los cuales ven en la ciudadanía a sus enemigos.

También ha fallado la educación superior chilena. Los abusos cometidos por empresas y las falencias indignantes de los servicios del Estado, nacen de decisiones que toman profesionales egresados de nuestras universidades, que ocupan los puestos directivos de empresas, ministerios y organismos públicos. La amplia mayoría de los cargos con poder importante de decisión en Chile, son ejercidos por personas con formación de licenciado, magister o doctor, pero no podemos culpar a las empresas, ministerios u organismos por su actuar, pues son las personas que allí trabajan quienes deciden el rumbo de la institución. Son ellos los que deciden abusar de las personas y quienes hacen vista gorda desde sus instituciones.

Las universidades chilenas han formado, desde hace más de 30 años, para que el “éxito” de sus egresados se asocie a optimizar económicamente sus acciones y no para el bienestar social. El juramento o promesa de los titulandos, en la mayoría de las instituciones, los compromete a servir al país, pero en la práctica es letra muerta, sirven a la empresa y a sí mismos.

El gran desafío de la educación, desde la enseñanza básica, media y superior, es hacer los cambios necesarios para comenzar a educar ciudadanos y no técnicos; para comenzar a sensibilizar en valores y no técnicas; para darle a cada uno de nuestros jóvenes una educación con sentido; que de nuestras aulas salgan ciudadanos respetuosos del otro, que valoren las consecuencias de sus acciones y den lo mejor de sí mismos para construir una sociedad justa en lo económico y social y ecológicamente sana.

Óscar Mercado Muñoz
Director Programa de Sustentabilidad UTEM

Presidente de la Red Campus Sustentable

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Diciembre 11, 2019

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