Opinión / “En bicicleta hacia el otoño de la civilización”, por Otto Lührs

Estas son frases del borrador del Resumen para Responsables Políticos del Grupo de Trabajo de análisis de impactos del cambio climático y adaptación a los mismos del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el cual fue filtrado por integrantes de este grupo a la Agencia de Prensa Francesa, desde donde salió a la luz pública hace casi un año.

“La vida en la Tierra puede recuperarse de un cambio climático importante evolucionando hacia nuevas especies y creando nuevos ecosistemas. La humanidad, no”; “lo peor está por llegar (…) con implicaciones para la vida de nuestros hijos y nietos”.

Este organismo difunde conocimiento científicamente de vanguardia y fuerte en verificabilidad y robustez argumentativa y para ello, tiene un funcionamiento interno basado en el consenso y múltiples revisiones que se traducen en comunicaciones conservadoras, nunca exageradas o gratuitamente alarmistas. Esto tal vez explica el por qué las frases entrecomilladas las conocemos desde un borrador filtrado y no desde el informe final, y a su vez, instala la pregunta: ¿por qué integrantes del IPCC han filtrado esta información?

Lo expuesto lo extraje del libro “El Otoño de la Civilización”, de Juan Bordera y Antonio Turiel, que a pesar de haber sido puesto en las librerías este año, me costó obtenerlo, pues se agotó rápidamente y tuve que esperar una 2ª edición para poder leerlo. Ya había iniciado su lectura cuando se me propuso escribir una columna de opinión sobre el Día de la Bicicleta (3 de junio) o el mes del medioambiente (todo este mes) como marco de sentido. Iniciada la tarea, no tuve manera de eludir el vínculo entre este libro y la bicicleta, pero me encontré con el desafío de que, si bien, es fuerte para mí, quizás no lo sea tanto para quienes lean esta columna. Y en seguida, tuve que enfrentarme a no contar con la capacidad comunicativa para reflejar en plenitud ese vínculo dentro de un envase del tamaño de esta columna. Ni siquiera lo intenté, pero sí al menos puedo tirar algunas piezas del puzzle para que cada persona haga su propia vinculación, piezas tales como las revoluciones industriales, dependencia estructural de combustibles fósiles, petroguerras, cambio climático, peak oil y sociedad del automóvil como factor acelerador de la crisis civilizatoria. También pandemias y nuevos intentos de saltos definitivos al desarrollo.

¿Tiene la bicicleta algún rol en todo esto? ¿Si, no, más o menos? El asunto no es simple, pero puedo proponer algunas cuestiones para acercar las respuestas.

Primero, así como la crisis se ha generado desde múltiples factores y decisiones, superarla, o más bien sobrevivirla, será viable desde varias transformaciones, siendo el fortalecimiento del uso de la bicicleta sólo una más entre ellas.

Segundo, creo valioso propagar el argumento de Iván Illich en favor de la bicicleta como artefacto para escalar nuestras ciudades, en términos de diseños de distancias, velocidades y especialmente, convivencialidades.

Tercero, y aprovechando que ya invoqué a Illich, es prioritario que defendamos a la bicicleta de la confusión entre medio y fin que atraviesa con tal intensidad toda nuestra obsoleta modernidad, que este autor llega a señalarla como su rasgo esencial. Por ejemplo, a la bicicleta como fin poco le importa si quien refuerza el porcentaje ciclista, antes caminaba, usaba transporte público o era automovilista; en cambio, la bicicleta como medio se subordina al propósito de reducir la movilidad motorizada y a recuperar la equidad en el acceso del espacio urbano. Y ampliando esta defensa, alertémonos sobre la manipulación de la bicicleta para verdeos que con una mano calman a cicloactivistas con kilómetros de ciclovías, y con la otra agravan la crisis incrementando la demanda inducida con vialidad pro-automóvil y ampliaciones de puertos aéreos y marítimos.

Llegado a este punto, confieso: las efemérides ecológicas me agobian y es porque cuento en décadas el verlas pasar junto a COPs y Cumbres del Clima que no muestran señales respetables que nos alejen de palabras como antropoceno, capitaloceno, ecocidios o colapso. Mientras tanto, el llamado de Bordera y Turiel en cuanto a que “aquellos que tienen el privilegio de saber tienen la obligación de actuar”, aún no tiene reacción con la determinación requerida entre las Instituciones de Educación Superior.

La receta es sabida y se orienta a la creación de resiliencia ecosocial: la reducción del consumo material total y la transformación de aquellos consumos que conservemos. Esta receta manifestada en la movilidad, indica menos consumo total de kilómetros y en la fracción que mantengamos, incremento de la movilidad con energía metabólica humana (concepto illichiano) y reducción de la movilidad motorizada. El cómo resolver esto, no es materia para una columna de opinión, pero como tal, si corresponde concluir con eso, una opinión: celebro cada esfuerzo invertido en que liderazgos institucionales, nacionales y planetarios avancen en esta receta, pero que nadie ni nada por ello se distraiga del deber y poder de la aplicación de la receta a nivel personal.

Más Información


Junio 10, 2022

Categorías